HACIA UN SISTEMA RUSO DE GUERRA ESPACIAL


El pasado 25 de mayo de 2017 las Fuerzas Aeroespaciales de Rusia lanzaron un cohete portador Soyuz 2.1b desde el cosmódromo de Plesetsk en el norte de la Rusia europea con la misión de poner en órbita un nuevo satélite militar Tundra del sistema de alerta temprana EKS, que ha sido denominado Kosmos-2518. Los dos satélites en órbita del sistema EKS –el primer aparato Tundra, Kosmos 2510, está en órbita desde noviembre de 2015- son los únicos satélites de alerta temprana actualmente en servicio, ya que el sistema anterior US-KS/KMO concluyó su vida operativa en 2014. El nuevo sistema contará con una constelación de satélites de órbita altamente elíptica tipo Molniya y satélites geoestacionarios, lo que requerirá al menos diez nuevos lanzamientos hasta 2020. Precisamente en estos días se ha conocido que tres pequeños satélites que Rusia había puesto en órbita en 2013 y 2015 han comenzado a maniobrar después de estar inactivos durante este tiempo. Los satélites, denominados Kosmos-2491, Kosmos-2499 y Kosmos-2504, empezaron a moverse y realizaron maniobras de aproximación a otros satélites situados en órbita fuera de servicio y a pedazos de basura espacial. Según fuentes especializadas, estas capacidades ponen de manifiesto que se trata de satélites experimentales construidos para aproximarse a otros ingenios espaciales y examinarlos, pero precisamente, lo que llama la atención es que ni las autoridades rusas ni Roscosmos han detallado sus funciones o las misiones en las que participan, y en algún caso ni siquiera declararon el lanzamiento del satélite, lo que se sale de todos los estándares en materia de política espacial. Según el Instituto de Física y Tecnología de Moscú el Kosmos-2499 sería un satélite diseñado para probar los novedosos motores de plasma SPT, lo que parece no ajustarse a lo observado este mes, y en el caso del Kosmos-2504 puesto en órbita en 2015, las autoridades rusas anunciaron que el cohete portador que despegó de Plesetsk llevaba tres satélites de comunicaciones Gonets, pero no hicieron ninguna mención al primero. Sin embargo, el hecho de que puedan permanecer inactivos en el espacio durante largos períodos de tiempo y luego puedan activarse y moverse con libertad lleva a los analistas occidentales a considerar que pueden tratarse de aparatos experimentales, diseñados para perseguir e inutilizar a otros satélites en caso de conflicto. Y esto es más preocupante en un contexto en el que Rusia y China dan pasos importantes para colaborar en la carrera espacial. Tal es así que pocos días antes de estos acontecimientos que relatamos, el Presidente Putin explicó en una rueda de prensa con el Presidente Xi Jinping que “China y Rusia cooperan en el sector espacial desde hace tiempo y tenemos todas las posibilidades para intensificar esta cooperación, incluidos el suministro de motores cohete de fabricación rusa a China”. Se trata, precisamente, de los mismos cohetes que se entregan a los Estados Unidos a pesar de la vigencia del mecanismo de sanciones aprobadas por las autoridades americanas por la implicación de Rusia en el conflicto de Ucrania. Como anotamos en una entrada anterior del blog de junio de 2016 titulada ESTADOS UNIDOS AVANZA EN LA MILITARIZACION DEL ESPACIO, los Estados Unidos continúan manteniendo la dependencia de los motores rusos RD-180 construidos por Energomash, perteneciente a Roscosmos, para propulsar los cohetes espaciales Atlas V que se emplean para poner en órbita los satélites miliares de las Fuerzas Armadas y de la Oficina Nacional de Reconocimiento (NRO), así como también del avión espacial no tripulado X-37B –avión que acaba de regresar del espacio el 7 de mayo de 2017 de su cuarta misión secreta y que ha tenido una duración de setecientos diecisiete días-. Sin embargo, el 3 de mayo de 2017 la NRO puso en órbita un satélite de reconocimiento NROL-76 con un cohete Falcón 9 y en la próxima misión OTV-5 del programa X-37B se empleará el mismo cohete propulsor de la empresa Space X. Pues bien, esta aproximación chino-rusa en materia espacial genera, de nuevo, preocupación en Washington, y responsables políticos y militares de los Estados Unidos no dudan en afirmar que ambos países desarrollan sistemas antisatélite dirigidos contra los Estados Unidos. Así, en noviembre de 2016 altos mandos militares declararon que Rusia y China disponen de armas de la era espacial con capacidad para eliminar los sistemas satelitales americanos situados en órbita. En concreto, el Director de Inteligencia Nacional, Dan Coats, ha dicho: “estimamos que Rusia y China perciben la necesidad de contrarrestar cualquier ventaja militar de Estados Unidos derivada de los sistemas especiales comerciales, militares y civiles, y están considerando, cada vez más, ataques contra los sistemas espaciales como parte de su doctrina de guerras futuras.” Por tanto, traemos de nuevo las palabras de Friedman (en Los próximos cien años, 2010) cuando escribió que las guerras del futuro se librarán en el espacio porque los adversarios buscarán destruirse mutuamente los sistemas espaciales que les permiten observar y seleccionar los objetivos y neutralizar los satélites de navegación y comunicaciones para impedir el empleo de los sistemas de armas de precisión lanzables desde aviones tripulados y no tripulados. En consecuencia, la destrucción de los satélites enemigos se convertirá en un objetivo esencial de las guerras entre grandes potencias. Se cumple, por tanto, el principio general que enunciamos de que si alguna potencia consigue poner armas en el espacio, también habrá armas de respuesta.

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